Cada vez es más frecuente escuchar este término y en ONE lo incluimos no solo como parte de nuestra narrativa sino que además nos comprometimos con el concepto, prueba de ello es que de manera deliberada lo llevamos como una especie de apellido que acompaña la marca y nos recuerda todos los días que es este el nuevo paso que debemos dar. Reconocemos el valor de la filantropía y la fuerza de la solidaridad, pero responsablemente innovamos para seguir siendo, desde el sector social, la incubadora de las soluciones a nuestros mayores desafíos.
Si apelamos a la definición estricta, la inversión social es una práctica empresarial o gubernamental que indica que se movilizan recursos humanos, materiales y financieros para el desarrollo de diferentes iniciativas sociales que generan impacto positivo en las comunidades y, por supuesto, con la participación activa de las mismas comunidades.
Para muchos se trata de un concepto nuevo, para nosotros es más bien una manera de reivindicar la filantropía y considerarla la palanca hacia el desarrollo, evolucionando un poco el tema de las donaciones para posicionar el retorno de algún tipo, ya sea financiero, de desarrollo de capacidades o de reputación; y esto exige, sin duda, la medición de los logros a través de metodologías alineadas con la transparencia y la rendición de cuentas.
Las donaciones, en muchas ocasiones, no tienen el mismo seguimiento riguroso porque suelen entenderse como una acción de caridad. Nuestra convicción es que llegó el momento, como país, de afrontar una nueva discusión alrededor del impacto social, considerando que estamos en una década decisiva, enfrentando un punto de quiebre entre la filantropía tradicional que conocimos hace varios años, y la necesidad de lograr más impacto comprobado con un dinero cada vez más insuficiente.
Es necesario hablar del uso eficaz del capital catalizador, esencial para resolver algunos de los desafíos más críticos del mundo. Inversiones más pacientes y tolerantes al riesgo; más flexibles que el capital convencional, esenciales para sembrar, ampliar y sostener el impacto porque ayudan a poner en marcha proyectos y crean un historial que puede atraer más capital.
El capital catalizador desbloquea inversiones que de otro modo no serían posibles, ampliando las oportunidades, fortaleciendo las comunidades e impulsando una innovación que beneficia tanto a las personas como al planeta.
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Necesitamos acción y hay muchas maneras de lograrlo
Es el momento de unirnos alrededor de esos grandes desafíos sociales que persisten en contextos como el colombiano y para eso consideramos pertinente reiterar las conclusiones del más reciente Impact Week en Turin, Italia:
- Construyamos nuevos fondos de impacto y apoyemos los existentes.
- Creemos comunidades cada vez más amplias de agentes deimpacto y organizaciones de intercambios significativos. Menos ego y más colectivo.
- Mejoremos los diálogos respetuosos en todas las esferas públicas.
- Ayudemos a difundir las historias de impacto que inspiran y motivan a otros.